Para continuar con el proceso educativo de sus 78 niños y niñas durante el confinamiento, el Centro Parvulario de Chimbarongo, en la región de O’Higgins, implementó la priorización curricular, sugerida por el Mineduc, en sus clases a distancia. Por ese motivo, el establecimiento diseñó un documento de apoyo técnico para el trabajo diario de los equipos pedagógicos, cuyo fin ha sido evaluar y monitorear los objetivos de Nivel 1 (Imprescindibles). La estrategia ha requerido una gran colaboración al interior del Centro Parvulario y se ha transformado en un referente para otros educadores de la comuna.
“Este tiempo ha sido caótico”, narra Margarita Gaete, madre de Benjamín y apoderada de prekínder. “Para los niños estar encerrados se ha traducido en un profundo estrés, y los adultos hemos tenido que compatibilizar el cuidado de la casa, el trabajo, la salud y la educación de nuestros hijos. Todo eso ha afectado nuestras rutinas”.
Sobre las complejidades que ha sorteado el equipo educativo durante la suspensión de las clases presenciales, la educadora Luisa Muñoz advierte: “La conexión a internet en ciertos sectores es pésima y eso nos ha hecho difícil trabajar a distancia, pero, por otro lado, nadie estaba preparado emocionalmente para educar en pandemia”.
“Me preocupaba el estado de ánimo en el Centro para enfrentar esta tarea”, señala Marcela Lira, directora del establecimiento. “Partimos inmediatamente con un primer consejo con los profesionales de la escuela, enfocándonos en la contención emocional de cada uno de nosotros, de cada educadora”.
“Tuvimos la suerte de contar en el equipo con una psicóloga”, dice Luisa Muñoz. “Nos ha podido dar charlas, contención, pero además orientación de cómo ayudar a las familias”.
“En el plano educativo también hubo una enorme preocupación”, agrega Marcela Lira, “sobre todo porque en prekínder y kínder no podemos llegar y mandar una guía o tener una clase online: los niños y niñas requieren mucho más acompañamiento y aquí nuestro gran apoyo siempre han sido las y los apoderados”.
En la primera etapa de la crisis, el Centro Parvulario, siguiendo su plan anual, coordinó a través de WhatsApp el envío y el retiro de las actividades para las y los estudiantes. Pero el establecimiento, junto con eso, incorporó encuestas para conocer cuál era la situación de su comunidad, respecto a los contextos familiares y sobre la disposición en los hogares para continuar con el proceso educativo de sus niños y niñas.
“Necesitábamos saber cuál era la situación emocional de las y los estudiantes, si estaban motivados, qué trabas habían encontrado para realizar las actividades, y en base a eso avanzamos y desarrollamos la segunda etapa, porque la respuesta que tuvimos de las condiciones de entrada de nuestros niños y niñas fue inmediata”, señala Marcela Lira.
“Al poco tiempo, pudimos darnos cuenta de que el contexto y el retorno de las evidencias de las familias era dispar”, dice la educadora Luisa Muñoz.
“La preocupación del Centro ha sido ejemplar, pero este año a los apoderados nos ha servido para estar más cerca de los avances de nuestros hijos y también de sus dificultades académicas”, dice la apoderada Margarita Gaete. “Sin embargo, por el poco tiempo que disponemos, por el trabajo o la casa, muchas veces nuestro acompañamiento no es el mejor y los niños lo resienten”.
“Lo más importante es la salud emocional de nuestros niños y niñas”, dice la educadora Luisa Muñoz. “Las encuestas nos mostraron que las niñas y niños estaban estresados, angustiados, incluso algunos habían exhibido signos de agresividad. Los padres tampoco podían realizar las actividades que enviábamos: no contaban con el espacio, con el tiempo, a veces salían a trabajar y sus hijos debían hacer sus quehaceres de noche, o con un hermano o adulto mayor”.
En el Centro Parvulario explican que eso perjudicó la interacción de activar conocimientos previos o ver el error como una oportunidad de aprendizaje: “Teníamos que generar la conexión con las familias para que pudieran implementar un trabajo dirigido a los objetivos que necesitábamos desarrollar, y la información que recabamos a través de los cuestionarios nos dio las directrices para ello”, dice la directora Marcela Lira.
“Había que adecuar la experiencia y era necesario sistematizar la priorización”, dice Luisa Muñoz.
“Reunimos la información del Mineduc, definimos cuáles eran los aprendizajes específicos que necesitábamos potenciar y nos centramos en el Nivel 1”, señala Marcela Lira. “Pero el gran desafío fue adaptarlos a la realidad que habíamos descubierto, y a través del consejo técnico se diseñaron los indicadores que nos permitieron saber si efectivamente nuestros niños y niñas habían alcanzado los objetivos priorizados, poniendo especial atención en aquellos que presentaban contextos más difíciles”.
“Priorizar el aprendizaje en Nivel 1 ha involucrado a todo el equipo educativo”, dice la docente Luisa Muñoz, “y nos ha permitido, por ejemplo, que prekínder en Lenguaje profundice en comprensión lectora y conciencia fonoaudiológica, pero aplazar fonema, grafema y escritura para kínder. O si debíamos trabajar 3 aprendizajes, el documento que generamos nos ha ayudado a identificar cuál es el foco que involucra a los 3, y a partir de ahí entregar una planificación y una experiencia más significativa, sobre todo para que los niños y niñas con más dificultades no vean interrumpidos sus aprendizajes. Los resultados los hemos visto refrendados en la evaluación por videollamada que realizamos con cada familia al finalizar el primer semestre y nos ha motivado a avanzar al Nivel 2”.
Esta iniciativa es parte del documento “Educación Inicial: 6 Innovaciones en tiempos de Covid-19” que puedes descargar completo en este link https://bit.ly/3eokQoC